lunes, 13 de febrero de 2017

Cronicidad y el cuento de nunca acabar



Cuando sufrimos el golpe inmisericorde de la gran crisis mundial, la cronicidad se trataba en los ámbitos exclusivos de la medicina, de la investigación en el tratamiento de enfermedades duraderas en el tiempo y en los comentarios sociales sobre determinadas enfermedades “estigmatizadas”. La Real Academia Española, en su Diccionario de la Lengua Española, no recoge con acierto la verdadera expresión de este concepto social, lo cual no ayuda a la comprensión académica del impacto real en la sociedad mundial.

El cortoplacismo y la ceguera estratégica están llevando a las organizaciones a actuar únicamente sobre la reducción de gasto, con lo que cercenan la capacidad de proyección y reacción ante los cambios necesarios. Nos encontramos con incapaces en el diseño de estrategias de inversión, más allá de las meras cosméticas marketinianas.

Las enfermedades crónicas absorben una porción muy importante en los presupuestos asistenciales en la sanidad público-privada (aunque la privada tiende a eliminar de sus carteras de asegurados aquellos que sobrepasan la ratio establecida de siniestralidad) El aumento del gasto asistencial de crónicos es inversamente proporcional a la inversión en prevención y tratamiento disruptivo. Dos ámbitos éstos muy diferenciados, pero totalmente compatibles.

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