Cuando me he
levantado esta mañana el “smartphone” estaba realizando la tarea de lectura de
mis “e-mails” y clasificando por importancia, según los parámetros de
configuración. Había procesado 124 y respondido a 22. Al poner los pies en el
suelo la báscula integrada me ha advertido de un ligero sobrepeso lo que ha
desencadenado una tarea a la cocina para preparar un desayuno acorde a las
necesidades fisiológicas del momento y la actividad programada para esta
mañana. Ha realizado un pedido de proteínas y minerales ad-hoc para mis
carencias que me serán entregadas en el lugar donde me encuentre mediante un
dron con localizador. La “Smart TV”
comenzó a mostrarme la selección de noticias según mi voz iba dando
órdenes de búsqueda, ampliación, siguiente, repetición…
Una vez vestido
con la ropa seleccionada por el “smart closet” acorde a la agenda inmediata. El resto perfectamente acomodada en la “smart suitcase” que me irá sirviendo
según sea necesario.
El coche
esperando en el hall de mi casa, piso 102, con la climatización a mi gusto,
música seleccionada a mi estado de humor y preparado para un masaje lumbar
medido a mi estado muscular.
Comienzo el
descenso cuando el “smart personal hub” me avisa de una nueva app que realiza
las tareas del hogar en menor tiempo y con mayor eficiencia. Acepto la
sugerencia y el robot se actualiza en 5”. Comienza su trabajo.
A punto de
llegar a la oficina recibo otro aviso del SPH en el que me recomienda la
instalación de una app, recién lanzada, que según sus análisis y criterios
ahorraría proceso y generaría velocidad en la toma de decisiones global. Acepto
y en 10” se instala y según la inteligencia del SPH configura prioridades a cada
módulo y app.
Ahora me
encuentro en dependencias de la policía judicial donde me retienen por estafa y
malversación de fondos (mi módulo financiero compuesto por diferentes
app’s tomaron decisiones no muy correctas), daños a la propiedad privada (mi
robot casero se “encargó” de todas las viviendas de mi planta), y una vez todo
esto finalizó otro de mis módulos inmobiliarios vendió todas mis propiedades
por lo que también me acusaron de alzamiento de bienes.
¿Ciencia ficción?
Estamos asistiendo a una explosión incontenida de
imaginación en absolutamente todos los ámbitos de nuestra vida, personal y
profesional con alcance global. Nada de lo anterior nos ha llamado la atención
porque sabemos que llegará y más pronto que tarde. Nuestro móvil controla
nuestra agenda, nuestros parámetros biométricos, nuestra ingesta de nutrientes,
la domótica de casa, el recorrido de nuestro vehículo y las condiciones de
conducción, nuestras opciones de compra alimentaria, vestimenta, calzado,
hogar, los activos y pasivos financieros, etc.
Cualquier
idea, por estrambótica que parezca, encontrará financiación en un mercado ávido
por invertir y a mayor si es fuera de los canales controlados por entidades que
aseguran viabilidad, madurez y mercado.
Hoy
abrimos los ojos a ideas simplemente por ser disruptivas, olvidando o minimizando
el impacto. Hoy el laboratorio es el mundo real, un mundo capaz de soportar y
asimilar transformaciones radicales sin pestañear. El control está empezando a acomodarse
en manos virtuales, estamos al borde de entrar en Matrix. Una vez dentro
perderemos el control de nuestro entorno y lo más “disruptivo” de nosotros
mismos.
Medidas:
- Discriminar: saber con exactitud qué “wearables” usamos y hasta dónde invade nuestra intimidad
- Seleccionar: es una tarea personal e intransferible. Nadie ni nada debe de tomar decisiones sobre nosotros
- Digitalizar: solo aquello que no nos importe perder o compartir
- Aislamiento: de toda tecnología disruptiva que controle nuestra vida, nuestra familia, nuestras propiedades…
Cuatro
puntos sencillos para protegerse de la viralidad de lo digital. Sencillos,
¿verdad?, pero ¿estamos dispuestos a aislarnos? Parece que nadie está a salvo
de la pandemia que está recorriendo el mundo y todos corremos a ser contagiados
lo más rápido posible.
Bienvenidos a MATRIX
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