La
revolución digital se está desarrollando en dos ámbitos contrapuestos pero
íntimamente vinculados: oferta y demanda. La tensión entre ambos ha cruzado los
umbrales hasta ahora vividos en anteriores revoluciones industriales, donde la
oferta iba por delante de la demanda y fijaba el rumbo. Siempre la necesidad ha
venido generada desde los ofertantes, visionarios o despabilados. Esto ha
desaparecido de la noche al día, en un lustro, y con tan solo unas expectativas
de lo que se nos viene encima. Los usuarios, los CLIENTES,
los que demandamos SERVICIOS estamos
dispuestos a entregar nuestros DATOS
para obtener un retorno de calidad, beneficioso y distintivo.
La
avalancha de datos estadísticos que, sobre la digitalización y penetración de
soportes, recibimos diariamente es abrumadora. Nos asombramos de cómo España es
uno de los países con mayor predisposición, y posición, a la digitalización
entre las personas, pero uno de los más reticentes y atrasados en el abordaje
empresarial y organizativo. Las personas nos hemos convertido en el PRODUCTO a través del cual se ofrecen SERVICIOS. Somos al mismo tiempo parte
de la imaginativa oferta y exigente demandante de imaginación.
Han
surgido infinidad de empresas al albor de la digitalización pero pocas, muy
pocas llegan a Unicornio... e incluso alguna que lo alcanza termina en las
garras de Hades en el inframundo empresarial (vgr.: Gowex). Pero gracias a
todas ellas, Unicornios, Centauros y Ponis, a la ingente cantidad de
imaginación y desparpajo que desprenden, estamos en disposición de transformar
la sociedad de manera definitiva e irreversible. Y no hablo de futuro, es un
presente estable, con empuje y sobre el que no alcanzamos a vislumbrar el
horizonte.
Pero,
¿sobre qué pilares se sustenta la transformación digital? Tres muy singulares y que aportan equilibrio
y versatilidad: Cliente, Servicio y Dato.