Umbral de la noche
que encoge la vida
por un precio de esquina,
por un polvo de coche.
Ahogan las gotas de estima
en cada susurro vendido
a cualquier fantoche
que iluso enarbola
el mástil de su ruina,
bajo una farola.
Al resguardo vigila
el cobarde , el chulo
presto a poner la mano,
ya por el rato de saldo,
o a dar golpe en el muro.
Cielo raso y llueve el desamparo
en sus cabellos tintados de barro,
peinados con púas añudas
y perfume base en desamor;
al posar en su esquina
rasga el viento su lecho,
mientras airea el lacio pecho
y anuncia su pública vagina
a compradores de sexo,
a peleles sin vida.
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