Felicidad. Etérea palabra en el espíritu que se condensa y
espesa en el corazón. Momento transitorio y efímero que eternamente perdura.
¿Debemos negarnos un instante de felicidad para nuestra existencia? O por el
contrario negaremos el resto de nuestra vida por un vacío necio y falso. Por
qué tememos a la felicidad. Qué nos quita la felicidad a cambio de su
embriagadora presencia.
La felicidad es una ladrona de
nuestro futuro. Debes resignarte a perder parte de tu vida para ser feliz.
Pero, ¿acaso no es gratificante la sensación de la felicidad? Sentirse el
núcleo de la Tierra
y el ser más agraciado de la Humanidad. Sentir ese vacío vertiginoso que
inunda tus entrañas. Notar como tus venas se inflaman de sosiego. Mirar sus
pupilas desde fuera queriendo saltar para contemplar el objeto de la felicidad
desde dentro. Ver sus ojos en los ojos que te miran.
¿Qué recuerdos tenemos de la vida
pasada y cuáles son los que nos gustaría tener del resto de nuestros días?
Según se van alejando, los recuerdos se vuelven más nítidos y completos. Les
damos la verdadera dimensión que tuvieron en su día pero que nosotros
deformamos al no ser capaces de enfocarlos correctamente. Los momentos de
felicidad nos hacen cerrar los ojos y vivirlos con intensidad. Añoramos el no
poder volver a disfrutarlos o simplemente damos gracias a Dios por habernos
permitido tenerlos como un recuerdo. Pero siempre hay un rincón en nuestra
mente que se niega a hacer desaparecer las pesadillas y los miedos. Éstos son
el contrapeso a la felicidad, miedos y pesadillas. Con una fuerza semejante
luchan intentando llevarme a su territorio y a fe que ambos lo consiguen.
¿Acaso el dolor de la felicidad
perdida puede ser mayor que la alegría de la propia felicidad encontrada? Tememos a la felicidad por el fútil temor de
su propia pérdida. Es curioso que temamos perder algo que aun no poseemos.
Tanto temor tenemos a ser felices que sentimos que se aleja incluso antes de
entrar en su íntima atracción. Es una paradójica e increíble lucha entre
nuestros deseos y nuestros miedos. Casi siempre ganan los miedos y nos obligan
a una vida que se arrastra sobre cadáveres de deseos nonatos. ¿Quién pierde
cuando ganan nuestros deseos? ¿Quién pierde cuando vencen nuestros miedos?
Pero, ¿qué es la felicidad? Es
algo tan enorme que atemoriza, pero a la vez encerrado en pequeñas cosas que
pueden pasar desapercibidas. Unos ojos, un suspiro, unos labios, un parpadeo,
una mirada, una sonrisa, un silencio, unas manos, un niño, un beso.
Un suspiro que alcance nuestro corazón y le deposite un sentimiento.
Unos labios que modulen pensamientos y que sinceren un interior.
Un parpadeo lento que mantenga siempre las dilatadas pupilas en las
mías, nerviosas y excitadas.
Una mirada que penetre en mi mente y se acomode en mi interior,
sincera y tierna.
Una sonrisa serena, tierna que invada y altere mis venas.
Un silencio con el que
explicar lo inexplicable y decir lo que no se podría decir con palabras.
Unas manos en las que descansar la piel, abiertas a sus pliegues,
adorables aposentos.
Un niño porque ellos son los
poseedores de la felicidad en su máxima pureza.
Un beso … por ser la expresión de la propia felicidad. Es su lenguaje, es su
mirada, son sus manos.
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