jueves, 22 de enero de 2015

De traumas, complejos y otras virtudes

Soy optimista por naturaleza, veo siempre la botella medio llena y con un potencial tremendo de albergar más líquido del que figura en la etiqueta. Esto no es contrario a poder analizar el lado oscuro de las organizaciones, más bien es muy recomendable, sanitariamente hablando, profiláctico; profesionalmente, educativo; personalmente, enriquecedor. Los optimistas somos personas abiertas y confiadas por las ganas de compartir y aprender. Los pesimistas son  introvertidos y desconfiados por su visión de que la vida solo puede traer disgustos.



Todas las personas cargamos con nuestras "filias y fobias" durante la vida, hacemos limpieza (o deberíamos) y adoptamos nuevas según nuestro entorno "persional" (personal y profesional). Cada cual tenemos una manera distinta de gestionar las propias y afrontar las ajenas. Esta es la grandeza de los humanos y la diversidad que distingue a la vez que agrupa. Lo que no debemos de permitir tanto a otras personas como a nosotros mismos es que las limitaciones emocionales, profesionales e incluso físicas condicionen la relación con los demás. A más, delinquir agrediendo de cualquier manera a una persona, trabajador o profesional.

Al igual que una mala experiencia siempre debe de proporcionar una oportunidad de aprendizaje, un trauma o complejo debe de convertirse en virtud, ya sea a través de su control inteligente como dándole un uso de contrapunto con respecto a los de otras personas. La cultura corporativa de la organización no podrá ser jamás innovadora, ni tendrá futuro a medio plazo, si en su base se consiente expresamente la descarga de traumas y complejos como herramientas del propio trabajo y se convierta, en la rutina diaria, en una demostración de poder. Esta situación es el peor tumor de la organización y atacará directamente al talento, continuando con la metástasis creativa e innovadora, finalizando en colapso. El futuro de la organización será la desaparición o el continuismo anclado y la supervivencia mientras existan presas (clientes) en nuestro ecosistema. Ecosistema que cada vez tendrá menos individuos en la pirámide alimenticia, menos depredadores (que generan evolución) y menos presas (que crean oportunidades)

Como optimista confeso y practicante, los pesimistas son valiosos, así como los prepotentes y/o maleducados, traumatizados y/o acomplejados. Por acción o reacción todos aportamos valores de los que se pueden obtener beneficios para el entorno vital (personal, profesional y espiritual). Para ello debe de existir la cultura apropiada que canalice y aproveche el viento, independientemente de la dirección y la fuerza, promoviendo trasluchadas rápidas y controladas para mantener la proa en el rumbo y objetivo fijados, que deberán de ser modificados siempre que sea necesario para adaptarse a los cambios externos... o ser protagonistas en el diseño de nuevas rutas por donde discurrir nuevos negocios.

La decisión de prescindir de lastre es dura porque puede tratarse de elementos valiosos, pero quizás lo serían en otro lugar y circunstancia, ahora y aquí no. El ahora y el mañana no deben de hacer dudar en la toma de decisiones que marcará el devenir de nuestra empresa. El pasado no existe, solo para distraer con añoranzas inútiles.





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